Estaba tan tranquila en el salón de mi casa, pensando en escribir una entrada en este pobre blog tan descuidado e incapaz de decidir entre las 152 entradas que se acumulan en borradores (sí, la lista ha crecido desde la última vez que la mencioné), cuando Frankie se ha lanzado contra la ventana.

Menos mal que tengo las ventanas cerradas, no porque haga frío, que todo lo contrario, sino porque no soporto el ruido de la calle y es la única manera de aislarlo un poco. De no ser así, tal vez esta forastera hubiese entrado en casa y yo me habría cagado de miedo ante semejante individuo.

Esta, señores, es una avispa asiática y es grande de narices. La Vespa vetulina se ha asentado en Europa y representa un gran peligro para las abejas, aunque estas parece ser que están aprendiendo a defenderse de ellas en sus colmenas donde las cubren hasta matarlas por hipoxia (no se me ocurre muerte más cruel).

Al otro lado de la ventana, de repente, no me parece tan peligrosa y me acerco con la cámara. Hay un cristal Climalit de por medio, imposible atravesarlo. La forastera me permite fotografiarla en varias poses e incluso llego a grabarle un video. La observo muy de cerca sabiéndome bien protegida por mis ventanas que, por cierto, las fotos me han revelado que tienen bastante más mierda de la que parecía a simple vista.

Busco un aguijón, o alguna parte de su anatomía que la haga parecer agresiva, pero no lo encuentro. Al cabo de unos minutos observándola y fotografiándola parece una vieja amiga y deseo que se quede en mi ventana para siempre y saludarla todos los días.

Pero de pronto, la forastera emprende el vuelo y se va para no volver nunca jamás. Y yo me quedo feliz con las fotos que me ha regalado, sabiendo que probablemente nunca tenga la oportunidad de observar a un individuo de su especie en libertad desde tan cerca sin representar una amenaza para él y provocar que se defienda y me ataque.

Fin de esta breve amistad.